Entrevistas
Entrevista de la periodista Romina de la Sotta, para Radio Beethoven, Chile. (20 de julio de 2008)
de Romina de la Sotta
Radio Beethoven, Chile - July 20, 2008
Algunos han creído que usted estudió música para dominar la arquitectura que la música y la poesía tienen en común. Estudió con Carlos Isamitt y con Pedro Humberto Allende, a quien ha calificado como «el más grande de los compositores de Sudamérica». ¿Dejaron ellos huellas en su propia obra musical? ¿Poética?
Cuando Pedro Humberto Allende, mi profesor de composición, armonía y contrapunto, me trató de convencer de que yo tenía que dedicarme sólo a la música, le dije: «Estudio poesía para la música y música para la poesía». Fue una forma de manifestarle que yo no iba a abandonar ninguna de las dos. Una contestación correcta habría sido decirle que yo estudiaba astronomía y física y botánica para la música, y estudiaba música para la astronomía y la física y la botánica – porque todo es una unidad –. Y, también, una manera, lo menos parcial posible, de estudiarme a mí mismo.
Esto de hablar de poesía y música representa, para mí, algo didáctico. En mí no ocurren separadas. Desde que tengo uso de razón, lo que quiero es entender por qué estoy aquí, qué es esto que soy yo. El ideal: saber todo. He tenido siempre esta actitud: la ilusión de que podría llegar a saber todo, e, incluso, más. Saber es infinito, pero mientras más, mejor. Lo único entretenido, de veras, en un sentido profundo, es alcanzar información relativamente exacta: aprender. Música y poesía son modos de expresarse. Cualquier arte, cuando es arte, está siempre informando. Depende de las condiciones y la honestidad del creador. A mi entender, el arte es tal, en cualquier lenguaje – musical o plástico, ordinario, exquisito o matemático –, cuando el individuo expresa lo que le consta. De lo contrario, lo que expresa es irrelevante. Si uno sabe de verdad, encuentra la forma de hacerse entender. Nos rodea una tendencia enorme a mentir. Es lo primero que supe que necesitaba aprender: cómo reconocer la verdad en medio de tanta mentira Al menos, no mentirme.
Ser artista de verdad es crearse silencio para poder escucharse, y, así, lograr, con interna perspectiva, escuchar el mundo exterior. Yo contemplo la realidad como un lenguaje: la realidad me habla y yo tengo que atender y entender su lenguaje. ¿Cómo lo trasmito? Mediante música, poesía o dibujos. Mientras más investigo, más perfecciono. A pesar de las limitaciones que contiene la vida, cuando doy mi cabeza por algo que me consta, me ocurre el irresistible impulso de expresarlo, buscando la forma más precisa: aquélla que no traicione eso que sé. Si estoy haciendo el retrato de una persona o de una circunstancia, lo único que me importa es que la persona, o la circunstancia, pudiera afirmar: «Soy yo». Fidelidad con el sujeto-objeto. Consistente con la sustancia: en un poema, en una composición musical o en un dibujo.
Admiro a Pedro Humberto Allende, porque él me quería proporcionar herramientas, para que yo las usara como yo sintiera correcto usarlas. Él sabía que yo iba a estudiar mucho todo lo que él me iba a enseñar. Lo que a él le importaba era que yo dominara lo convencional, lo establecido, lo académico, usándolo como yo creyera conveniente para lo que yo quería decir. Lo que él deseaba era que yo supiera lo que estoy haciendo, conciente de la tradición, como un elemento más. De ahí su entusiasmo por mis composiciones y exigirme que me dedicara exclusivamente a la música. Lo que él más anhelaba era ser, positivamente, por supuesto, sorprendido. Carlos Isamitt tenía, también, gran calidad como pedagogo. Él prefería, antes de intervenir, que yo investigara lo más posible. Con Andrée Haas tengo una deuda enorme. Ella, por ejemplo, me hacía marcar con la mano derecha, compases de tres cuartos; con la mano izquierda, compases de cuatro cuartos, y, con los pies, compases de seis cuartos; y, con diversos acentos: en adagio y, abruptamente, en presto: todo ello simultáneamente. Sus clases me fueron muy útiles. O sea, sus clases eran artísticas.
«Cada vez que les he mostrado a pianistas mis obras, han manifestado encontrarlas difíciles en extremo. Claudio Arrau, en Santiago, ensayando en casa de Zita Müller, me escuchó algunas obras, las encontró extremadamente difíciles y me insistió en que las grabara yo», ha dicho. ¿Por qué cree que su obra como poeta ha sido más reconocida que su trabajo como compositor?
Algunos de mis libros han sido publicados a lo largo de mi vida. En cambio, comencé a grabar mi música hace relativamente pocos años y sólo ahora empieza a ser dada a conocer. He estado dedicado a mi poesía, a mi música, a mis dibujos, a mis relaciones humanas. No he tenido tiempo para ocuparme de la difusión. Lo que considero esencial en mi trabajo creativo es ser el acusado, los testigos y el juez de lo que estoy creando. El arte, para ser arte, exige no hacerlo a medias. La vida, en general, con sus iresivenires y responsabilidades, obliga a hacer las cosas más o menos. En arte es lo opuesto. No puede ser «más o menos». O es o no es. Es indispensable obtener la calificación máxima. Si la calificación es de 1 a 7, se necesita un 8. ¿Qué calificación ponerles a los cuarenta y ocho Preludios y Fugas de Juan Sebastián Bach, a la Suite Lírica de Alban Berg, al Niño con el trompo de Chardin? ¿Un 7? Están más allá de eso.
Comente por favor por qué la poesía es un fenómeno oral. Comente cómo la poesía, tanto como la música, «son artes en donde el tiempo se transforma en espacio», en contraposición a la pintura y la escultura, donde el espacio se transforma en tiempo.
La poesía no es sólo un fenómeno oral. Uno de los elementos que contribuyen al sentido es la oralidad. Pero todo es para el sentido. Hay el aspecto visual de un poema, el aspecto gráfico, la secuencia de los elementos. Y el silencio. Incluso en música: la sonoridad del silencio. Así como el ritmo y el movimiento son fundamentales en la escultura, la pintura y la arquitectura. Se podría hablar de la musicalidad en algunos de los cuadros de Monet, así como de lo plástico en El Mar de Debussy. O sea, la musicalidad en Monet y la plasticidad en Debussy. El equilibrio está en el centro de todas las artes.
Usted ha dicho que los autores no interesan, que sólo la obra importa. ¿Existe un diálogo entre su obra y Chile? ¿Un diálogo de ida y vuelta? ¿Qué conversa Chile con usted, en la medida que usted es el realizador de su obra?
Mi obra sucede en este planeta y Chile está en este planeta. Mi conciencia del espacio la tomé en Chile. En Santiago, la vista de la cordillera me daba la medida de la limitación. Fue para mí una gran experiencia estar en la playa de Cartagena y contemplar la despedida del sol. El sol desaparecía, pero la imagen del sol, desapareciendo, no ha desaparecido de mí. Las cosas que me importan no me abandonan. Si amo a una persona y la dejo de ver, no dejo de amarla. Si a eso lo quiere llamar una conversación, he estado conversando con Chile toda mi vida.
¿Cómo encontró (vislumbró, adivinó, intuyó, confirmó, recuérdelo en el grado que se haya producido) usted su verdad? ¿Existe un momento único – o repetido mil veces tal vez – en el que usted adivina que debe, puede y quiere adivinar? ¿Construir un puente entre su aproximación artística a la verdad y las intuiciones de los lectores, haciendo que lo individual sea universal y lo universal, suyo, mío o nuestro?
No sé si yo encontré algo o ese algo me encontró a mí. Arte y ciencia son, fundamentalmente, lo mismo: un acuerdo entre el objeto y el observador: un real matrimonio: quiero aprenderme al otro y el otro quiere informarme o el otro quiere que luche hasta romper sus resistencias. El centro del multiverso está en todas partes: si usted roza su centro, roza el centro del multiverso.
Usted me pregunta: «¿Existe un momento único – o, quizá, repetido mil veces – en el que usted adivina que debe, puede y quiere adivinar?» No se trata de adivinar. Se trata de investigar. Lo adivinado no me pertenece mientras no me consta. Si hubiera adivinado, tendría la mayor desconfianza de lo que he obtenido. Adivinar es improvisar: una manera frívola de tomar contacto. Adivinar, a menudo, es asumir. No es mío. Me es indispensable, en mi trabajo, la disposición a hacerlo responsablemente mío. La intuición es una manera inicial de acercarse, pero no basta. La intuición es una herramienta que colabora, pero no nos lleva a la meta. Es una herramienta a la que hay que tenerle tanta confianza como desconfianza: es un punto de partida. ¿Tras adivinar, tras intuir, llegar a conclusiones? Riesgo y poca seriedad. Son herramientas que podemos usar, siempre que tengamos otras. La intuición, por cierto, provoca. Prefiero la vivencia. Si voy a hablar de algo, tengo que ser experto acerca de ese algo. ¿Qué valor tiene la información de mis intuiciones?: la vida se hace corta, incluso, para abrazar un poco de verdad. Y la puerta de la verdad no se abre sólo con la llave de mis intuiciones. Las intuiciones me ayudan, pero no me ofrecen certeza. Lo mismo en relación al lector.
Quizá le resulte más claro si le doy el ejemplo siguiente: si estoy leyendo un libro de información científica, no es para que me abra intuiciones. Necesito absorberlo. Si el investigador es serio, obtengo información. Si soy físico y matemático y doy las fórmulas, no es para que el lector use sus intuiciones. El trabajo del lector es absorber y constatar lo que digo. No le está prohibido al lector recurrir a sus intuiciones. Se trata, en el fondo, de algo práctico: resolver un fragmento del enigma que es estar aquí.
Usted ha podido, si no me equivoco, vivir para lo que es. Dígame, por favor, ¿cuántos sinónimos pasan por su mente en cada verso? ¿Cuántas veces cambia el orden de una frase? Se lo pregunto para saber si usted se siente como un cazador de la realidad. Si a la verdad tiene que arrinconarla, asustarla, darle confianza, mimarla y reducirla. Porque el pulso vital de su obra, así como las ironías, las dulzuras, las imágenes y los fonemas desnudos, cada manipulación de la que usted se vale, van configurando una poesía precisa y multicolor, rica en lenguajes, en sentidos y en ingenio. Y a pesar de que la verdad brota, como brota la sangre cuando lo leo, muchas veces me queda, sin embargo, una extraña sensación de haber oído los pasos de un duende. Y esa sutil huella del contraste entre la verdad revelada y el artificio, muchas veces es lo que llamamos genio en la poesía. ¿Es eso, también para usted, el oficio poético?
Usted me dice: «Usted ha podido, si no me equivoco, vivir para lo que es.» Es como si me dijera: «Usted ha podido, si no me equivoco, respirar». No he podido evitar respirar. Componer, escribir, es, para mí, respirar. Usted me pregunta: «¿Cuántos sinónimos pasan por su mente en cada verso?» No hay sinónimos en poesía. Tiene que haber un exacto ajuste entre lo fónico y lo conceptual. Lo que es arbitrario en el lenguaje, deja de serlo cuando es poesía. Tiene que adecuarse a la estructura, al ritmo, a la lógica cuerda y a la lógica loca: y todo al servicio del sentido. Usted me pregunta: «¿Cuántas veces cambia el orden de una frase?» No se trata de cambiar el orden de una frase. Se trata de fidelidad con lo pensado: como engendrar un hijo con la posibilidad de lograr que sea un humano perfecto: un ser que enriquezca la existencia de cuantos se le acerquen.
Usted dice algo que me gusta: «Se lo pregunto para saber si usted se siente como un cazador de la realidad. Si a la verdad tiene que arrinconarla, asustarla, darle confianza, mimarla y reducirla.» La verdad hace eso conmigo, no yo con la verdad: me arrincona, me asusta, me da confianza, me mima, me reduce y me seduce. La verdad, en ocasiones, no es difícil de encontrar. El problema yace en que, a cada rato, la mentira se viste de verdad. Usted cree estar con la verdad y está luchando solamente con mentiras. Hay que desnudar las mentiras. Y repetiré sus palabras: hay que arrinconarlas, hay que asustarlas, hay que mimarlas. No se trata de que el lenguaje sea rico o pobre. Se trata de que sea exacto. No es suficiente el talento, hay que usar el talento con talento. Genio en la poesía o genio en lo que sea, no tiene nada que ver con «artificio», ni con «verdad revelada». Genio, a mi juicio, es un hombre conciente de su vocación, que pone lo mejor de sí mismo en su vocación. ¿Qué más «verdad revelada» que ese esfuerzo?
¿Siente que tiene algo pendiente con Chile? ¿Qué cosa?
No tengo nada pendiente con Chile, porque Chile vibra en mí en todo momento.
Escucha la entrevista aquí:
Collected Interviews by Corda Foundation (2011-2017)
Composition: Points of View
¿Qué lo motiva a crear música?
He observado que incluso la mejor música está compuesta desde un solo punto de vista. Siempre me pregunto: "¿Por qué no dos o tres?" El arte es precisamente el deseo de escapar a esta subjetividad limitada. ¿Cómo ser más objetivamente subjetivo y más subjetivamente objetivo? En la idea de la "variación" está escondido el deseo de decir lo mismo, pero desde otra perspectiva. En la novela, un intento que aspira a liberarse de esta limitación de la subjetividad, al mirar al mismo sujeto desde diferentes posiciones, fue realizado por Proust: "Hoy no soy la misma persona que seré mañana, y lo que pienso ahora no es exactamente lo que pensé ayer". ¿Cómo acercarse a esta verdad? Por lo menos, quiero moverme alrededor del sujeto y no verlo desde un solo ángulo. El desafío para alcanzar esto también se lo puede observar en la pintura; está fuertemente presente en los autorretratos de Rembrandt, como si él estuviera diciendo: "El sujeto de este retrato está cambiando, no sólo externamente, sino también internamente". Ésta ha sido una de mis motivaciones.
¿Podría explicarnos cómo esta idea de "puntos de vista" afecta su concepción de la música?
Si escucho una pieza de Beethoven, por ejemplo, la "Appasionata", pienso: "Sí, esto es cierto el lunes, de tres a cuatro de la tarde. Pero, ¿qué sucederá a las cinco de la tarde de ese día? ¿Lo diría de la misma manera? ¿Y qué pensaría de esto un año después?
Un ángulo, ya sea grande o pequeño, es sólo un punto de vista. ¿Por qué no más ángulos? ¡Por lo menos, hay que hacer el esfuerzo! Con una escultura, uno puede moverse a su alrededor. No la veo sólo desde una posición. Ésa no es la manera de ver una obra o un ser humano. ¿Cómo puedo decir que conozco a una persona si he estado con ella por sólo un minuto? No importa cuán profunda haya sido esa mirada, no puedo esperar conocer la totalidad de la persona, porque es un solo ángulo, muy limitado. ¿Por qué no esforzarse por estar con ella otro minuto más? ¿Y otro día? En los últimos años, he compuesto música como una escultura con sonido, acercándome al mismo sujeto desde muchos ángulos diferentes. No he visto que nadie más esté intentando esto.
On Composing for and Playing the Piano
Su música exige muchísimo del pianista. ¿Qué hace para tocar impecablemente obras así?
No hay nada mejor, para saltar dos metros, que intentar saltar dos y medio. Y si he saltado tres metros, estoy muy tranquilo cuando debo saltar sólo dos. Con ciertas obras, lo hago hasta el extremo, y pienso como si tuviera que saltar treinta metros. Memorizada la obra, me siento frente al piano y, con los ojos cerrados, imagino que estoy tocando, sin mover pies ni manos. Por supuesto, en esas condiciones, me pierdo numerosas veces, tengo que retroceder, etcétera. Es tan extremadamente complicado, que, tocar, depués, la obra en el instrumento es casi un regalo. Habitual, considerar que las cosas son fáciles o difíciles. Muy complicado, hacer algo correctamente: un gesto insignificante representa múltiples acciones complejas. Lo difícil es difícil. Lo fácil, aun más difícil.
¿Cuales son algunas de las características particulares de su técnica?
Un recurso que aparece en varias obras mías es tocar dos notas o dos acordes casi juntos. La manera sentimental de utilizar este recurso es la de los malos intérpretes que matan a Chopin. Lo uso cuando necesito un efecto que no se puede obtener con tocar las notas simultáneamente: un estado de vacilación, de inseguridad. Por ejemplo, en Sonatinas de Amistad, este recurso crea una atmósfera quebrada. Lo uso, también, para mostrar cierto tipo de acuerdo, porque una de las cosas que más aprecio en la vida es que, a veces, por milagro, llegamos a un acuerdo. En Ontogenia – me refiero a su versión musical –, un acuerdo tal es obtenido, pero con indecisión, que, en momentos, llega a ser un acuerdo. Primero, una voz dice: "Sí, comprendo." Y otra: "Sí..., comprendo..." Para expresar ese pequeño desacuerdo, el intérprete tiene que manifestar ese estado de incertidumbre, que describe confiadamente la falta de confianza. Es mucho más simple marchar militarmente que marchar en un ordenado desorden.
¿Qué le ha conducido a sus composiciones para múltiples pianos?
El piano, en esencia, es un instrumento autónomo. En general, los conciertos para piano y orquesta son "fabricados" para lucimiento del solista. Juntar piano con piano es distinto: ofrece un territorio amplísimo. La sonoridad de dos o más pianos es, para mí, un nuevo instrumento.
¿Qué música para piano le parece tener un valor especial?
El Clavecín bien temperado, las Suites francesas e inglesas de J.S. Bach (en piano, no en clavecín), ciertas sonatas de Haydn y Beethoven, los Nocturnos y las Mazurkas de Chopin, los Preludios y laElegía de Debussy, el Ludus Tonalis de Hindemith, los veinticuatro preludios y fugas de Shostakovich, las veinticuatro fugas de Hans Gál, la sonata de Stravinsky, Almería de Albéniz, Cuentos de la abuela de Prokofiev.
Poetry and Music
¿Qué relación tiene su música con su poesía?
Poesía es un fenómeno escrito y oral. El espacio, en la poesía y la música, se transforma en tiempo; en la pintura y la escultura, el tiempo se transforma en espacio. Un soneto y una sonata ocurren en términos sonoros. ¿Cómo se puede entender un poema sin escucharlo?
Es un error pensar que el lenguaje solamente tiene que ver con palabras. La mejor expresión de un tema puede ser en música o en pintura o en danza. La música, la poesía, la pintura, la arquitectura, la danza tienen en común el ritmo. Todo respira para no respirar.
Un pensamiento posee su propio ritmo. Una frase, alterando el énfasis de sus vocablos, manifiesta cada vez un sentido distinto. Y el silencio tiene, en la poesía, tanto valor como en la música. Alterar la duración del silencio entre ciertas palabras cambia, por completo o en parte, el significado.
La naturaleza siempre está expresando algo. Desgraciadamente, no siempre comprendemos lo que dice. Si ignoramos una lengua, no entendemos lo que se dice con ella. Muchos admiten esto; sin embargo, asumen que entienden el lenguaje de la música. Reconocen que no hablan, supongamos, chino, pero están seguros de que comprenden la música. Afirman: "Me gusta" o "No me gusta", como si se tratara de una ensalada o un postre. Si se les pregunta lo que la música expresa, no tienen respuesta. Dan por establecido que la música no dice nada en particular, y buscan lo que halaga el oído. Crean categorías como "clásico," "romántico," "alegre," "triste," etcétera. Mucha música y mucha literatura dicen nada; pero hay música y literatura que dicen, a veces, mucho. Por supuesto, con una sola audición o una sola lectura no se alcanza el sentido de una obra.
Algunos motivos o asuntos son más fáciles de expresar en poesía; otros, en música. Por ejemplo, en la versión musical de Ontogenia, quise expresar el miedo que siente alguien que va a formular algo muy serio, pero sin herir. Por supuesto, vacila. Creo que si yo hubiera escrito el contenido de Ontogenia en prosa, habría resultado tres veces más extenso que À la recherche de Proust. Instalé un edificio en una caja de fósforos.
La poesía es leída, a menudo, sin real conciencia de su rítmica sonoridad. Es imposible, de esa manera, entender la poesía – la verdadera poesía –: sonoridad, silencio y ritmo son fundamentales.